Luis García Montero
Coordinador del área de Frente Amplio y Relaciones Políticas de Izquierda Abierta
La Asamblea de Izquierda Unida deja un mensaje claro de diálogo,
esfuerzo de identidades y capacidad de conversación entre mayorías y
minorías para conseguir una lista única. La situación ha ayudado. La
conciencia de que la unidad era conveniente en el juego de todo lo que
se gana y se pierde, tanto por lo que se refiere al proceso conjunto
como a los intereses de cada parte, ha aconsejado un acuerdo. Y eso se
ha conseguido: ¡un acuerdo! Se envía a la opinión pública un recado de
unidad. Resulta hoy imprescindible el frente común de todos los
ciudadanos que quieran oponerse a las injusticias del neoliberalismo y
legitimar una democracia social dispuesta a detener el avariento ataque
de un capitalismo despiadado.
Las leyes laborales y el poder financiero no sólo están destruyendo
puestos de trabajo. Están destruyendo el propio sentido de los oficios.
El periodista, por ejemplo, que pierde hoy su puesto de trabajo sufre,
desde luego, un desarreglo personal. Pero además asiste a la
desaparición calculada de un oficio imprescindible para la democracia.
Cuando el periodismo deja de vincularse a la información veraz y a la
vigilancia de los abusos del poder, y se dedica a escribir editoriales
al dictado de los bancos, ocurre simplemente que desaparece el
periodismo como oficio. Podrá haber periodistas trabajando en los
gabinetes de comunicación de las entidades financieras, pero un gabinete
de comunicación no es un periódico o, por lo menos, no es el periódico
que exige una democracia real.
¿Tenemos la política que exige una democracia real? No hay que dar
muchos argumentos para afirmar que las instituciones se han separado de
la vida cotidiana de los ciudadanos. El descrédito del oficio y la
opinión negativa generalizada sobre la “clase política” son la prueba
más evidente de que algo falla. Los ciudadanos sienten que la política
no resuelve sus problemas y que las cúpulas de los partidos trabajan en
favor de sus propios intereses internos o externos. No existe
participación, transparencia, diálogo con la sociedad. Todo es
electoralismo, profesionalización, máscara, pacto secreto.
Izquierda Unida puede estar orgullosa de su oferta ideológica. Los
cuatro o cinco puntos que hoy necesita la sociedad para configurar un
frente amplio contra el asalto del neoliberalismo son parte clave de sus
programas desde hace años. A su debido tiempo, además, denunció los
peligros que había en la configuración de una Europa sin Estado. Los
partidos mayoritarios, con una gravísima irresponsabilidad del PSOE,
dejaron sola a Izquierda Unida en su rechazo de una Europa con moneda
única, pero sin leyes para defender a los ciudadanos de las agresiones
de la especulación. El militante de IU está por derecho propio, y como
uno más, dentro de todas las mareas sociales contra los desahucios, los
abusos bancarios y el desmantelamiento de la información, la sanidad y
la educación pública. Esos asuntos han estado presentes durante mucho
tiempo en los programas de su organización.
¿Basta con eso? ¿Y la oferta a la sociedad de una nueva participación
política? Creo que son preguntas que marcan el espacio en el que debe
situarse el mensaje de unidad que la Asamblea de Izquierda Unida envía a
los ciudadanos. Si se trata de un pacto de unidad interna para que los
distintos grupos hagan la paz y no se maten entre sí, estaremos ante una
buena noticia, pero sólo a medias. Firmar la paz para no matarse entre
compañeros es cómodo, incluso muy agradable si se tienen viejos amigos
en todas partes. Pero el problema es que esa unidad tendrá poca fuerza
política y no va a servir para avanzar.
El reto interno de Izquierda Unida es identificar ahora su bienvenida
lista única con un proyecto externo, un deseo real de frente amplio,
que ayude abrirse y a dialogar con los ciudadanos que están fuera de la
organización. Más que nunca hay que recordar que los orígenes de estas
siglas intentaron configurar un movimiento político y social, no un
partido de cúpulas tradicionales. Así que la paz no debe servir para
estar quietos, sino para ser algo nuevo, para hacer un nuevo modo de
política que no reproduzca la institucionalización cupular de otras
organizaciones.
El reto de esta Asamblea es conseguir que la unidad interna suponga
un recado de unidad externa con todos los movimientos cívicos y las
organizaciones políticas que, estando fuera de Izquierda Unida,
comparten con ella su oposición al ataque de los poderes financieros
contra la democracia social. Abrirse a los ciudadanos, potenciar la
participación y la transparencia, impedir la profesionalización de la
política, dar voz a la gente a la hora de tomar decisiones o de
configurar listas electorales, son pasos imprescindibles.
Izquierda Unida tiene la oportunidad histórica de convertirse en el
motor principal de la configuración de una nueva mayoría social
republicana. Esa es la responsabilidad de su lista única. Por su
historia y por su implantación política actual, una nueva mayoría social
resulta muy difícil sin Izquierda Unida. Pero si Izquierda Unida no se
abre, estará ayudando a perpetuar con sus miedos y sus reservas el
sistema político mezquino, recortado, cupular, antisocial y manipulador
que fundó en España la sacrosanta Transición. Y no deberíamos
desaprovechar el espectáculo de desmoronamiento que nos está regalando
el sistema.
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