INTRODUCCIÓN
Cualquier organización política de izquierdas, en
estos momentos, tiene ante sí un reto descomunal al tener que enfrentarse a la
ofensiva que el neoliberalismo ha puesto en marcha desde hace años y que ahora
se está ensañando con Europa.
El avance electoral de la derecha española es sólo un
síntoma más de las profundas transformaciones socioeconómicas, políticas y
culturales que está sufriendo nuestro país en el marco del avance del
neoliberalismo en Europa, también en los
partidos socialdemócratas. Años de exaltación sin escrúpulos de los beneficios
empresariales, de la eficacia de las privatizaciones, del descrédito de lo
público y de la necesidad de los recortes sociales y los derechos laborales,
han calado en la forma de pensar de la población, que en buena parte actúa
dentro de los límites del actual sistema bipartidista.
Para
los grandes poderes económicos, el proceso de privatizaciones no tiene límites.
Todo es objeto de negocio y por lo tanto se tiene que ajustar a las leyes del
mercado, las cuales pasan por encima de los derechos y libertades que tanto trabajo y tiempo han costado
conquistar.
Esta
inercia no solo ha servido para impulsar la centralidad paradójica de un
pensamiento conservador cada vez más radical, sino también para desarticular en
sus márgenes las posibles reacciones de la izquierda, facilitando los recelos,
la fragmentación, la falta de entendimiento interno, el abstencionismo o el
voto en blanco.
Nos
encontramos un panorama desolador donde todo parece justificado por la gran
crisis económica global, que se ha convertido en la mejor baza para no abordar en su raíz la solución de los
grandes problemas que padecemos. El
paro, la destrucción progresiva del medio ambiente, la pérdida de derechos, el
recorte de servicios sociales, el debilitamiento de los poderes públicos…un
suma y sigue siempre justificado con la
excusa de la crisis.
Pero no podemos evitar preguntarnos hasta qué punto todo es justificable. Cómo
puede ser que aquellos que han provocado esta situación son a la vez los más
beneficiados de la misma. Con qué justificación aquellos que hemos sido títeres
durante tanto tiempo de estos poderes tenemos que ser también ahora los máximos
perjudicados. Cómo puede ser que los poderes públicos, aquellos mismos que
deberían representarnos y defender nuestros intereses, cedan soberanía y se
plieguen a los mandatos de aquellos que nos han llevado a la más absoluta de
las ruinas. Sin lugar a dudas es completamente incomprensible. Escapa de toda
lógica.
La
soberanía de un Estado reside en el pueblo, y si un gobierno democrático es el
representante de dicho pueblo, es obligación de ese gobierno la defensa de los
intereses del pueblo al que representa, por encima de otros. Si esto significa
la intervención en la economía, la nacionalización de los sectores estratégicos
como la banca o el sector energético o la creación de un sector público fuerte
y de calidad, está sobradamente legitimado para llevarlo a cabo. Un estado
democrático no puede ni debe estar sometido ni secuestrado a poderes no
democráticos e ilegítimos.
Pese a todo hay motivos para la esperanza.
La más que maltratada juventud española, esa misma juventud que tantas veces ha
sido acusada de apolítica, pasota y desinteresada, esa generación de españoles
y españolas que es la mejor formada de nuestra historia y la peor aprovechada,
por fin se echó a la calle indignada de tantas felonías. Cansada de oír
siempre los mismos cantos de sirena salió a la calle, movilizando a un gran
sector de la sociedad, dando una lección no solo a los grandes partidos políticos
españoles sino al mundo entero.
El movimiento 15M ha irrumpido en la vida política y social española como una
bocanada de aire fresco, pillando a esta clase política con el pié cambiado.
El discurso existe. Las ideas están sobre la mesa. Y son realizables. Solo
falta voluntad política para llevarlas a cabo.
Sin embargo, un partido político de
cuño tradicional puede llegar a ser, y de hecho es en la mayoría de los casos,
uno de los componentes menos democráticos de este sistema. Estructuras piramidales,
órganos poco representativos con sus bases sociales, el olvido de las mismas,
la pérdida de referentes ideológicos, los programas electorales convertidos en
papel mojado, etc. hace muy poco creíbles discursos donde el eje es la
radicalidad democrática.
Las bases de una fuerza política deben ser lo que el pueblo a un estado. De ahí
es de donde emanan las decisiones, a ellos se deben y representan, y ante ellos
deben dar explicaciones de sus actos. Los dirigentes de una fuerza política no
deben ser más que meros portavoces de las bases que componen dicha fuerza. Se
deben a un programa electoral, elaborado a partir de aquellos referentes
ideológicos que, al fin y al cabo, han unido a tantas personas dispares en un
proyecto político. Un programa que se debe elaborar entre todos y todas. Porque
no olvidemos nunca que el objetivo último de una fuerza política debe ser hacer
política. Llegar al poder es tan solo un medio para llevarlas a cabo, y que una
vez que alcanza el poder debe trabajar al servicio de un pueblo que es al que
representa y defiende, y el que a través de una ley electoral justa y
representativa le ha otorgado la confianza para que pueda llevar a cabo esas
políticas que defiende.
Los dirigentes como portavoces de las bases, la consulta vinculante a estas, el
establecimiento de primarias y listas abiertas, entre otros conceptos, hacen de
un partido político una fuerza coherente con el discurso de democracia radical.
Cambiar el modelo de partido tradicional es, en cierta forma, la manera de
participar en el sistema cambiándolo. Todo esto sin cejar en otro tipo de
acciones.
IZQUIERDA ABIERTA
Desde
Izquierda Abierta pretendemos transformar a Izquierda Unida en una herramienta
más útil y válida para la trasformación
social, desde unas bases claras:
1.- La defensa a ultranza de la
democracia, en todo caso y circunstancia. Para llegar a una sociedad más
justa no caben atajos que olviden los caminos democráticos. La sociedad sin
clases a la que aspiramos llegará como consecuencia del desarrollo de la
democracia hasta sus últimas consecuencias. Esto vale para cualquier sociedad,
independientemente de sus procesos históricos y culturales y, desde luego,
también para la nuestra en la que tenemos déficits democráticos de
consideración, en parte como consecuencia de los pactos habidos en la
“transición”.
a)
el primero es el sistema electoral vigente, que introduce enormes desajustes en
la plasmación institucional del voto popular.
b)
el segundo, la forma de Estado monárquica, auténtico anacronismo viviente que
debe ser sustituido por la República Federal como modelo más apropiado para
nuestro país, ya que aporta el carácter electivo del Jefe del Estado y la
integración en pie de igualdad de los distintos pueblos de España. El
federalismo cooperativo es la mejor base para la nueva forma de estado.
c)
el tercer elemento limitante de la democracia y que a veces la pone
directamente en peligro, es la corrupción, considerada en sentido amplio. Este
fenómeno no es exclusivo de ningún ámbito particular. El denominador común es
el poder económico, que llega a las instituciones representativas, de gobierno,
judiciales, las empresas y que tiene que ver con la evasión de capitales a los
paraísos fiscales, el fraude fiscal y la economía sumergida, que están muy relacionados
con la gravedad de esta crisis económica.
2.- la defensa de la ecología, imprescindible para preservar la vida en el planeta.
Hace tiempo que conocemos nuestros límites y debemos actuar en consecuencia.
Los problemas creados por el sistema capitalista en la fase actual son enormes:
la vida tal como la conocemos está en serio peligro. La amenaza se cierne sobre
el agua que bebemos, el aire que respiramos y el clima. Para conjurar el
peligro no basta con ser de izquierdas a la manera tradicional. Situamos el
compromiso ecologista en la misma base de nuestra ideología, en el centro de
nuestro programa y en la lucha cotidiana.
3.- La paz sigue siendo un objetivo lejos de estar conseguido y
por ello tenemos que colocarlo como una de nuestras grandes preocupaciones y
más en estos tiempos de crisis, cuando la tentación militarista se acrecienta
en el conjunto del planeta.
4.- La lucha por la igualdad, seña de identidad de la izquierda, tiene que
continuar siéndolo, sin duda alguna, porque la existencia de las oligarquías
nacionales e internacionales y sus abusos de poder están poniendo en peligro la
capacidad democrática de los pueblos, aumenta las desigualdades, nos ha traído
esta crisis económica y deja al género humano en la mayor de las incertidumbres
de cara al futuro. Como siempre, esta lucha deberemos abordarla aunando la
acción política de la clase obrera con sus aliados estratégicos.
5.- La igualdad de género es
irrenunciable y no debemos cejar en
este tema hasta que sea una realidad en todos los ámbitos de la vida, desde el
doméstico al político, pasando por el empresarial o laboral. Como en los demás,
en este terreno hay que predicar con el ejemplo y por ello en IAb tenemos que
avanzar con la paridad en todos los terrenos.
Estos
elementos básicos están íntimamente relacionados. Ninguno de ellos puede
llevarse a cabo sin los demás ¿Quién puede pensar en un triunfo de la ecología
sin democracia o sin un aumento de la justicia social o en un mundo en guerra,
por poner un ejemplo?
La
creación de un partido como Izquierda Abierta dentro de Izquierda Unida, y con
estos postulados, sirve para organizar y articular un espacio político dentro
de la organización donde afiliados a distintos partidos, independientes,
organizaciones, corrientes de opinión, permita proyectar nuestro método de
trabajo y nuestro concepto de Movimiento Político y Social a todos los niveles.
Al
mismo tiempo que en el seno de IU, es preciso avanzar en la práctica de
cooperación política con todas aquellas fuerzas o colectivos que se reclamen
contrarias al capitalismo y sus efectos, que apuesten por frenar la ofensiva
del neoliberalismo. Para nosotras y nosotros, es imprescindible la
configuración de un frente amplio, un polo social y político donde confluyan
todos los esfuerzos y sensibilidades de la izquierda. Hay que articular en un
impulso común las diversas perspectivas ideológicas y territoriales de ese
“archipiélago de las izquierdas”. Para lograrlo, hace falta por una parte,
firmeza crítica ante los partidos y organizaciones que representan el
pensamiento neoliberal y por otra, cultivar y ejercer de forma decidida el
diálogo, la negociación, la convergencia de programas, el consenso y el acuerdo
entre todas las opciones políticas de la rebeldía y la indignación.
Pensamos
que la configuración de este frente amplio es, además, el mejor camino para dar
cauce político a algunas iniciativas sociales urgentes: el rechazo a los
recortes y las privatizaciones, la nueva regulación de los procedimientos
especulativos y bancarios injustos, la reforma de la ley electoral y el aliento
de una democracia regenerada, transparente y participativa.